CHEVROLET DEKON MONZA IMSA 1977

Nueva vuelta a los ’70 de la alemana Carrera, la marca que muchos definen como la más grande y mejor marca de slot del mundo, y desde luego que sus números eso parecen indicar, sobre todo en el Norte de la Europa llamada continental y en los Estados Unidos.




Sus reproducciones se dirigen, por lo general, a dicho país y Alemania, donde fundamentalmente se corre sobre pista Carrera y con imán. Así sus coches serán muy rápidos, irán sobre pista carrera y por ello necesitarán unos neumáticos "con mucho agarre" (algo del lo que Ricardo Gallego nos puede dar buena cuenta). Si en una película uno de los protagonistas gritaba "Show me the money", en los carrera espetaremos "show me the magnet". Así se proyectan sus coches, Carrera sabe lo que quieren sus clientes y se lo sabe dar, coches muy rápidos, en el carril, duros y resistentes (con un olor muy característico) y de todas las épocas, que las luchas padres contra hijos y contra abuelos son parte importante de su cliente objetivo.




Asi Carrera dispone de un amplísimo catálogo de vehículos, de prácticamente todas las épocas y fundamentalmente carreras de resistencia, tanto europeas como norteamericanas. Sus coches muchas veces, como en el presente caso, no son archiconocidos en nuestro país, y sus pilotos tanto menos. Sin embargo, un nutrido, cada vez más, de clásico maníacos de Carrera, como diría Guillermo P. Larrauri, siguen todas y cada una de las referencias de clásicos de Carrera porque son sus coches, los de su infancia y juventud. Sin duda una marca seria.




Este Chevrolet DeKon Monza IMSA 1977 fue el número de chasis 1004, pilotado en 1977 por Tom Frank en las cien millas de Atlanta, una carrera ganada por el mítico Al Holbert al volante de otro Chevrolet DeKon Monza (chasis 1014). El acrónimo DeKon es sencillo, “DEsign y KONstruction”. La estética del Monza es fidedigna con su original, un gran alerón delantero que buscaba el efecto suelo con su preparador y patrocinador tampografiado sobre él, Huffaker Engineering. Sobre él tres entradas de aire, refrigeración de líquidos y de sus brutales frenos.




Sobre ellos el capó, horadado con cuatro pequeñas ranuras de entrada de aire para la admisión y las ópticas escamoteables, en nuestra unidad tenemos sólo la tapa cerrada. La joroba del capó era por necesidad, que no por estética, y ello se debía al equipo de viento que tenía la sinfónica escondida bajo él. Un único limpiaparabrisas de plástico negro y un parabrisas transparente y plano que nos deja entrever su muy espartano interior; que incluye barras de seguridad en plástico negro, piloto decorado y salpicadero sencillo. Desde él hasta la saga se traza una gran línea curva descendente que culmina en su gran ala trasera, punto más alto de nuestro Monza. El ala está decorada con los principales patrocinadores y es, doy fe, resistente a salidas de pista, auqnue tampoco hay que tentar a la suerte. Conste que su perfil me parece más bonito sin alerón.




No me considero un "Carrera-maníaco", ni mucho menos, pero he de admitir que los clásicos de carrera tienen un no sé qué muy especial, y en contra de lo que muchos, muchísimos puedan pensar, la calidad de la tampografía de los teutones es sencillamente bárbara... están locos estos romanos.




De ello dan cuenta los pocos patrocinadores con los que cuenta la máquina, pero como dijo el flósofo: -Los que están ahí están, y son felices; estarán bien-.




Las llantas son más que correctas, sin llegar a los límites de algunas marcas, pero superando a otras tantas, con un nivel de acabado bárbaro, que no teutón sino fantástico.




Sin duda, este Chevrolet DeKon Monza de las IMSA 1977 no pasará a la historia de nuestro país como un superventas, puede o no ser más atractivo -tal vez que no lo hayamos disfrutado en otras épocas nos aleja algo más de él-, pero es indudable el estilo propio y calidad de Carrera, guste más o menos, es indudable. Lástima de su tosquedad y comportamiento desmagnetizado.





Salud